Elaborado por: Mgtr. Psic. CL. Tamara Toledo E.
La vida nos dio un vuelco a principios de este 2020 cuando el COVID-19 golpeó nuestro país, todos estos cambios desde lo más drástico que ha sido el confinamiento, hasta las medidas de una mejor higiene personal para evitar contagiarnos y precautelar nuestra salud y vida, nos ha tocado en diversas maneras.
Todas las personas, de todas las edades y contextos hemos y tal vez continuamos, “resintiendo” los efectos y consecuencias de esta pandemia mundial.
Las renuncias a nuestra vida, a lo cotidiano, a nuestros horarios, trabajos, amistades, a la “libertad”…nos deja un sin sabor que muchas veces nos sobrepasa, pese a que comprendemos que es necesario mantener dichos cuidados, el mal genio, la desesperanza, la apatía, las ganas de tirar la toalla, seguramente nos ha tocado en algún momento de estos varios meses, viviendo y muchos otros “sobreviviendo” a esta nueva realidad, que amenaza con no dejarnos en largo tiempo.
Ud. se preguntará ¿Y qué relación tiene este preludio con la crianza de los hijos?.
Pues bien, y es que los adultos “pecamos” de olvidar cuando fuimos más jóvenes (niños o adolescentes) y al ejercer como padres/madres nos tornamos extremadamente permisivos o estrictos, y por supuesto ningún extremo es saludable.
Ahora bien, tal parece que los adultos no hemos considerado el sentir de esta compleja experiencia y su gran impacto en lo personal, emocional, psicológico y social en las vidas de nuestros niños y adolescentes, me pregunto: ¿Acaso ellos no han renunciado también a sus propias vidas? Su colegio, sus amigos, la persona que le gusta, ir a fiestas, su deporte favorito, su graduación, su fiesta de cumpleaños, la libertad de vivir su desarrollo, lo propio de estas edades y de la que todos hemos atravesado.
Como profesional de la salud mental quisiera en este blog, llevarlos a una reflexión: le pido querido lector realice un ejercicio mental en el que Ud. se vea a sí mismo en la edad que sus hijos tienen hoy en día.
Haga memoria
Bien, ¿quiero que recuerde cómo fue?, ¿qué hacía Ud.? ¿Cómo se divertía? ¿Qué hacía para entretenerse?, ¿cómo se portaba Ud. con sus padres?, a continuación de esta bella remembranza, le pido vuelva a su mente, ahora vuelva a esa edad, pero mírese a Ud. mismo viviendo el actual confinamiento por 7 meses y contando…
Por favor…con franqueza, identifique ¿cómo se sintió?…. si Ud. realizó bien este ejercicio le aseguro que podrá empatizar y acercarse un poco al sentir de sus hijos.
Está claro que cuando vivimos nuestra infancia y adolescencia los tiempos y el mundo eran otros muy distintos a los actuales, y es por eso que no podemos pretender criar a los hijos como nosotros fuimos criados, los buenos valores nunca “pasaran de moda”, pero no podemos esperar perpetuar una crianza que probablemente tampoco fue la mejor para nosotros mismos, por ello, ser padres/madres en el nuevo milenio es un verdadero reto, y nos obliga a educarnos, leer, aprender, pero sobretodo a mejorar también.
La intención de lo anterior, no es “justificar” el mal humor de los adolescentes, cosa que también es “propio” del desarrollo aun fisiológico, hormonal y psicológico de esta edad puberal (debemos recordar que esto también pasará); tampoco pretendo alimentar la falta de colaboración que muchos de ellos tienen en casa, o la falta de interacción a la que por la era digital también se ven fuertemente comprometidos.
La intención de este espacio, es en primera instancia como adultos maduros acercarnos de manera responsable sí, pero sobre todo amable a los hijos; de hecho, las cifras actuales de malestar mental en niños y jóvenes es tristemente alto.
¿Qué está ocurriendo?
Los profesionales en Salud nos estamos encontrando en consulta con trastornos de depresión, ansiedad, conductas obsesivas compulsivas, adiciones a redes sociales, juegos de video, en su mayoría; ya que esta población es más vulnerable debido a que son neurológicamente inmaduros (es decir sus cerebros son realmente inmaduros) y con ello todo el impacto psicoemocional no ha sido bien procesado o manejado por su propia cuenta, ya que no tienen la capacidad o los recursos para ello.
Nuestros niños y adolescentes nos necesitan hoy mas que nunca, porque pese al encierro en casa, hoy están y se sienten más solos y son más vulnerables a un mundo de caos, miedo, e incertidumbre, en donde nuca faltan personas que aprovechan para “pescar en río revuelto” y esto último a través de redes sociales e internet.
¡Ojo al Internet!
Basta con ver las alarmantes cifras, el incremento de secuestros, violaciones, extorsiones, cyberbullying (acoso por internet), el chantaje sexual (grooming)y la pornografía infantil se han incrementado de manera preocupante a nivel mundial, y tristemente en el Ecuador no es la excepción; si bien no podemos aislar a los hijos de esta realidad cibernética, si debemos trabajar cada día en mantener o generar relaciones de confianza con ellos, tener los espacios de diálogo que nos permitan informarles de la responsabilidad y los peligros que las redes sociales implican, supervisar el contenido que manejan y reciben, y así también, el crear caminos de comunicación abierta en donde los hijos no teman decirnos si alguien les esta pidiendo fotos de sus partes privadas, si alguien los amenaza, o si tienen miedo de alguna situación.
De la misma manera, es el diálogo respetuoso y asertivo, con la confianza y apertura que les permita a estos hijos decir cómo se sienten cada día, ¿si la tristeza les sobrepasa?, ¿si sienten que necesitan ayuda de un profesional?, ¿si han pensado en hacerse daño?, ¿si el miedo les paraliza?, etc.
¿Si los hijos no tienen la posibilidad de expresar los sentimientos y pensamientos más oscuros y difíciles con sus adultos de confianza (o sus referentes) entonces con quién?
Y es allí querido lector en donde nosotros como adultos permitimos que se abra un abismo entre ellos y nosotros, en donde hemos dejado que la crianza y paternidad se vuelva “cómoda” y no una prioridad en nuestras vidas.
Recordemos que ellos dependen de nosotros, hasta que puedan desarrollar la capacidad de manejarse maduramente por su propia cuenta. “Los hijos son nuestro espejo” dicen…y no hay nada más cierto, entonces ¿cuándo Ud., mira a su hijo qué ve?, como pedirle que no grite o que no sea “malcriado” si tal vez Ud. o su pareja solo se expresan así dentro de casa? ¿Su hijo es hermético y no le cuenta nada?, pero tal vez cuando le contó alguna cosa importante para él Ud. No le prestó atención, le restó importancia o le criticó, entonces ¿cómo le va a compartir sobre sí mismo?
Sobre las adicciones de pantallas, así como cualquier otra, en el cerebro el principio es el mismo y el origen en su mayoría radica en una carencia afectiva, que puede en estas edades venir de casa, de sus relaciones más relevantes (papá, mamá, hermanos).
¿La solución?
Denles a sus hijos razones para quedarse en el mundo real y no evadir con lo virtual lo que no logran aceptar o vivir; por supuesto también es de gran relevancia ponerles horarios para el uso de estos dispositivos y restringirles tener cuentas en redes sociales si no tienen la capacidad de ser lo suficientemente responsables de manejarlas.
Querido lector, el mundo ya es suficientemente duro y difícil para todos, entonces…no hagamos de nuestra casa, familia y hogar un campo de batalla; hagamos de este espacio un lugar seguro (pese a los problemas que siempre habrán), tal vez ese lugar que nosotros mismo quisimos en nuestra niñez y adolescencia.
Trabajemos en hogares que contengan amorosamente a los hijos, que ellos tengan la certeza que sus padres estarán incondicionalmente para ellos (aunque eso implique un disgusto, aceptar una consecuencia o reprimenda), que ellos tengan la certeza que son amados, valorados, aceptados.
La familia exige un trabajo colaborativo en el que todos estamos involucrados y somos parte, si como adultos generamos este clima de pertenencia, acogida y por supuesto limites claros, los hijos responderán positivamente a sus padres, porque la crianza respetuosa y positiva se trabaja desde el respeto (frutos: consenso, consideración hacia los padres, armonía en las relaciones, sentido de responsabilidad en los hijos sobre sus obligaciones, etc.) y no desde el miedo (frutos: rechazo, rebeldía, agresividad, falta de respeto a la autoridad, actitud desafiante a los padres, evasión de las obligaciones, etc.).
Todo depende de qué quiere ud. cosechar?