Elaborado por: David Vera

“En ese aire de nada te pierdes, en esa libertad de mentira te pierdes. Pero un día volverás a tus cosechas perdidas a tus vuelos, a los lejanos días, al olivo de oro, al remansado viento»
(Araceli Saguillo)
El día a día
Uno de los actos de mayor repudio a todo nivel es el maltrato o violencia de género. Es una problemática que lleva años inmersa en nuestra sociedad. Las Naciones Unidas define a la violencia de género como todo acto contra la mujer que tenga como resultado: daño físico, sexual, psicológico y/o económico. Así también como: difamación, amenazas ya sean públicas o privadas, la privación arbitraria de su libertad y toda connotación negativa hacia ellas.
En mi rol de estudiante y hombre he podido presenciar actos de violencia a lo largo de mi vida, desde amistades muy cercanas que han sufrido violencia, hasta los diferentes abusos que las mujeres reciben en donde sea.
En alguna ocasión camino a casa en la parada de la ecovía, pude presenciar uno de los actos más grotescos y típicos que muchas mujeres sufren a diario. El acoso u hostigamiento por parte de un hombre de edad madura que no tuvo el respeto hacia la integridad de una muchacha y la comenzó a tocar, pude notar la incomodidad en el rostro de la mujer y no dude un segundo en intervenir.
Estos actos como muchos otros son el día a día de miles de mujeres, que transitan en las calles recibiendo todo tipo de acoso. Por lo tanto la sociedad no debería normalizar estas situaciones que nos sacan de los límites de la tolerancia.
Palabras que lastiman
La violencia no solo se limita a las afectaciones físicas que se pueden realizar; aquellas palabras malintencionadas son consideradas también más de lo mismo. El abuso emocional es comúnmente llamado Agresión Silenciosa, ya que sus marcas pueden incluso perdurar más tiempo en el alma.
Ansiedad, baja autoestima, miedo, incertidumbre son algunas de las consecuencias de quienes se ven identificados con este tipo de violencia.
Y tratar de reconocerla es casi tardío, ya que las víctimas suelen “normalizar” este tipo de agresiones, con la esperanza de que el maltratador cambie.
La comunicación es el principal factor para una relación exitosa, pero cuando ésta falla, las actitudes violentas generan carencias emocionales.
Debemos reconocer a las personas por sus conductas cuando nos las muestran, cuando expresan de manera agresiva sus sentimientos de malestar, esto nos debe llamar la atención y darnos una alerta.
¡Sí, me quiero liberar!
Detectar una realidad incómoda lo antes posible puede ayudar a ponerle fin a todo y evitaría muchos problemas. Pero, cuando la acción ya está hecha, quienes conocemos de la víctima, debemos brindar apoyo total ante la situación que está pasando. Puede resultar una tarea difícil el ayudar a quien muchas veces está cegada y no ve salida a ese círculo de violencia, puesto que, incluso las víctimas pueden tener un complejo de culpa y creer que son merecedoras de ese maltrato o también por la dependencia económica.
La violencia es y siempre será el arma más letal al corazón, sin importar los golpes, las ofensas y palabras fuertes que debilitan el alma, la apagan y la dejan sin defensas para poder brillar, como un espejo roto que después queremos componer, nada quedará igual, las grietas profundas del dolor son espacios del pensamiento que pocos se podrán unir, así quien ofrece una mano amiga para ayudar a sanar es el rayito de luz en medio de ésta oscuridad.
Lo importante es dar un vínculo de comunicación a quien no lo ha recibido por mucho tiempo. Apartarla y alejarla lo más pronto de la situación que la esta ahogando en dolor. Acogerla y apoyarla con paciencia y prudencia, ante cualquier reacción o cambio repentino. Y sobre todo acompañarla para que ese círculo de violencia desaparezca de su vida, para su futuro y el de sus generaciones.
«El silencio es letal en el maltrato. Atrévete, sé valiente y denuncia al agresor».