Elaborado por: Diana Sánchez

Vivimos en un mundo, donde lidiamos con personas que no son fáciles de convivir
¿Cuántas veces somos ofendidos o tratados mal por personas que son de nuestra familia o personas muy cercanas a nosotros de los cuales no nos esperábamos esos tratos?
Hasta cuando hemos trabajado en nuestro carácter siempre existirá alguien que haga algo o nos diga algo que nos molestará o nos hará sentirnos mal con alguna cosa, esa persona con lo que sea que haya hecho hará que le tengamos rabia y/o rencor.
Por eso es tan difícil amar al prójimo y a la vez perdonar a los que nos hacen daño, porque es difícil para nosotros curar nuestro dolor, curar nuestra herida abierta, nos es difícil mirar a la cara de esa persona que por alguna razón ha decidido un día o por un tiempo de su vida hacernos el mal, nos cuesta entender cómo alguien puede ser perversa hacia otra persona y disfrutar de eso, nos duele ver como alguien puede albergar odio puro hacia otro ser humano y no querer rectificarse.
Creo que para el perdón no hay tiempo límite. Es algo que nos puede suceder a todos. Debemos perdonar y en muchas ocasiones creemos que somos capaces de hacerlo, pero realmente ¿perdonamos de verdad a aquellos que nos han ofendido, herido, maltratado, vejado y hasta humillados en la vida?
Todo esto te lo dice alguien que ha pasado noches enteras sin dormir a causa de la falta de perdón. Pero todo cambió cuando un día me di cuenta que pude perdonar TODO lo malo que alguna vez hicieron hacia a mí, así que vamos, ¿qué esperas para escribir o llamar a esa persona que te ha sido difícil perdonar? Te aseguro que al igual que tú estás luchando o esperando que lo hagas.
¿Qué es el perdón?
Perdonar es tener la capacidad de no guardar rencor o resentimiento alguno hacia la persona que nos lastimó, es olvidar el daño hecho sin pedir o exigir compensación alguna por lo que nos hicieron. El perdón se basa en el amor sincero, porque:
«El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor» (1 Corintios 13:4–5).
Sé que es difícil perdonar, mucho más a quienes nos han herido profundamente, pero es necesario hacerlo porque cuando lo hacemos nos estamos llenando de sanación, estamos limpiando nuestro interior y no habrá ningún sentimiento negativo que nos perjudique en nuestra salud; esto es muy importante.
Perdonar no solo implica una liberación para quien cometió el error, sino que también nos libera a nosotros mismos que perdonamos. Perdonar no es algo que hacemos por el otro en la mayoría de las ocasiones, sino algo que nace de nosotros.
Muchas personas se resisten a perdonar pues creen que eso significa volver a exponerse al daño o que el otro debe pagar por lo que ha hecho y no se merece que lo perdonen, pero perdonar es en realidad un acto egoísta, un favor que nos hacemos y la capacidad de perdonar es un signo de inteligencia emocional.
Decía Buda que «empeñarse en la ira es como aferrarse a un carbón ardiente para arrojárselo a otro: quien se quema eres tú».
Amar en libertad te lleva a perdonar
Se dice que la rabia es lo contrario al amor, es la negación de la existencia de amor en nuestra vida. El amor está en ti, en mí y en todos. Preguntémonos cuántas veces en la vida hemos sentido estos malestares de rabia e ira, por no saber perdonar y liberarnos de las cargas emocionales que nos atan al sin sabor de malos recuerdos.
Algo que también puede bloquear y no dejarte fluir hacia una relación armoniosa es el quedarte en el pasado y enganchado en una experiencias negativas del pasado. Si no hemos perdonado a un ex, a un jefe, a una hermana, a tu madre, a un vecino, y hasta al motorizado, es hora de hacerlo. Perdonarnos nosotros también. Cuando perdones y olvides las experiencias dolorosas o desagradables fluirá la armonía en todo tipo de relación que establezcas
El verdadero perdón puede liberar y superar el pasado, viviendo un camino de amor, verdad, y justicia, librando del sufrimiento, renovando las relaciones y permitiendo nuevas oportunidades de reconciliación y restauración con las personas a quienes hemos ofendido.
El perdón personalmente experimentado, otorgado y recibido, da testimonio de que en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado.
Al perdonar estamos diciendo: “te amo, conozco tu corazón, sé que eres capaz de perdonar y amar, sé que no eres así y que eres un ser maravilloso que puedes ser feliz y hacer feliz a los demás, tanto como lo puedo ser yo «.