¿Conoces todo sobre la menstruación?

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La menstruación y la higiene femenina en la historia

Elaborado por: Andrea Zapata

En la antigüedad

La menstruación durante miles de años ha sido un tema considerado como tabú en diferentes culturas, algo de lo que muchos preferirían no hablar, o lo asociaban con características femeninas negativas o con cosas desagradables para conversar.

Recién estamos empezando a comprender mejor de qué se trata y a hablar más sobre el tema sin la vergüenza que esto ocasionaba, pero todavía existen muchas culturas donde se asocia esta parte del ciclo natural del sistema reproductor femenino con muchos mitos y leyendas que no tienen ningún tipo de sustento y solo aíslan a las mujeres y las hacen sentir culpables por hablar de esto que crean este sentimiento de bochorno en las niñas y adolescentes que empiezan a experimentar y no entienden del todo qué pasa con sus cuerpos, pensando que es un asunto del que no se puede hablar y que tienen que tapar y esconder de cualquier manera.

Si ahora es difícil hablar de esto, lo era aún más en la antigüedad, donde no existía la medicina como tal y la anatomía estaba en pañales, por lo que no se comprendía por qué las mujeres sangraban durante varios días en el mes y esto era considerado un grave problema.

En la prehistoria, los cazadores evitaban a toda costa contaminarse con la sangre de las mujeres por el miedo a que ésta atrajera animales peligrosos por el olor y esto le suponía una desventaja a la hora de esconderse y atrapar presas. Pero las creencias realmente perjudiciales sobre este hecho, comenzaron muchos años después, con la cultura persa, donde las mujeres que menstruaban eran consideradas impuras y debían ser aisladas hasta que dejaran de sangrar.

En India se les obligaba a purificarse a través de varios rituales y ceremonias de limpieza frenética, como hacer gárgaras, zambullirse en el río 12 veces, frotarse en lodo mezclado con estiércol y luego volver a bañarse en el río muchas veces más.

A.C.

Hipócrates, uno de los primeros médicos y científicos de la antigüedad, consideró que la menstruación se daba por un exceso de sangre y sustancias dañinas en las mujeres y que debía evacuarse del organismo, de alguna forma, a modo de desecho. Sin embargo, detrás de esta concepción estaba una creencia de que las féminas eran defectuosas por naturaleza y por tanto, les ocurría esto solo a ellas y no a los hombres.

Estas creencias eran consideradas como leyes sagradas en aquellos tiempos y durante muchos años se consideró que esta era la causa principal del periodo y se lo veía como una enfermedad que se debía tratar para que las mujeres pudieran quedar embarazadas y tener una vida normal

En Roma por otra parte, existía un componente más místico asociado a esta problemática, y se pensaba que la sangre menstrual podía ser una bendición o una maldición, en la mayoría de casos se la trataba como la segunda, por lo que se aislaba a las mujeres cuando tenían su periodo por miedo a que echaran a perder los cultivos, tuviera efectos nocivos en los animales y sus crías, transformara el vino en vinagre y otro tipo de peligros asociados a la sangre. Se lo consideraba como un veneno o algo similar y se obligaba a las mujeres a permanecer aisladas durante varios días para evitar que ocurran estas cosas y “proteger” las cosechas, ganado y también a los hombres, quienes no podían convivir con ellas ni “contaminarse” con esta sustancia impura y maldita, ya que de hacerlo eran ser azotados y duramente castigados por esta grave falta.

En Egipto surgieron los primeros productos para contener el sangrado, parecidos a toallas o compresas que estaban hechas de fibras textiles o de animales, también se cree que las mujeres egipcias usaban papiros ablandados y algunos tipos de hierbas para contener el sangrado, como una especie de tampones muy rudimentarios, algo similar se usaba en la antigua Grecia.

En Roma se usaban toallas hechas de algodón y lana. En ocasiones bastaba un simple pedazo de fibra textil para absorber el flujo.

El período en la era victoriana

La Iglesia jugó un rol importante en continuar perpetuando todo este tipo de creencias místicas y fantasiosas asociadas a la menstruación, más específicamente a la inferioridad de las mujeres, al considerar el período menstrual como una enfermedad y un motivo de vergüenza, limitando el contacto de las jóvenes en la sociedad, al prohibirles trabajar, estudiar o realizar cierto tipo de actividades físicas o hacer deporte por temor a que esto empeorara este padecimiento.

Los doctores pensaban que las mujeres sangraban por varios orificios y perpetuaban una imagen de repulsión y rechazo asociada con el ciclo menstrual.

Otros galenos defendían la teoría de la locura menstrual, que decía que el periodo era provocado por una enfermedad tan grave, que podría derivar en locura en muchas mujeres y se asociaba este padecimiento con síndromes conocidos de la época como la histeria.

En los siglos XVIII Y XIX, las mujeres no usaban nada para taparse, contener el flujo o detener el sangrado, pues estaba mal visto hacerlo, y lo máximo que hacían era usar doble enagua o vestidos más gruesos para que no esto no sea demasiado notorio o molestoso.

El lavado vaginal y el cambio de ropa interior era considerado como poco recomendable y no existían las normas de higiene que existen ahora para cuidarse y evitar contraer infecciones. Sin embargo, y aunque su uso no era muy común, también existían otros métodos para contener la menstruación hechos a base de manteca o lana de oveja, toallas dobladas, pañales de bebés, servilletas y el uso de ropa interior oscura para evitar manchar los interiores.

Podemos darnos cuenta de que desde estas épocas las diferencias entre clases afectaban directamente cómo las mujeres manejaban sus periodos. Mientras que las mujeres de la nobleza se recluían en sus habitaciones durante varios días, se les recetaban opioides para los cólicos y debían aislarse y evitar cualquier tipo de actividad física, en cambio, las plebeyas y obreras debían seguir trabajando con estos malestares y no era muy común que tuviesen un flujo abundante, pues la gran mayoría de ellas estaban desnutridas y en estos casos se producía la amenorrea, que es cuando se deja de menstruar durante un periodo prolongado de tiempo, y la causa principal para que se produzca la misma es la falta de una nutrición adecuada.

Las primeros artículos para la higiene femenina

A finales del siglo XIX y conforme fueron cambiando los tiempos y las normas de higiene, se consideró que tal vez no era la mejor idea que las mujeres sangraran en su ropa o usaran servilletas o ropa interior negra como único método para contener el sangrado, por lo que se empezaron a usar las llamadas correas o cinturones de satín que se sujetaban en la cintura y tenían dentro de ellos compresas que podían ser lavadas y reutilizadas. Pero estas correas no eran nada cómodas, se parecían a los cinturones de castidad y dificultaban que las mujeres pudieran orinar o defecar. Por lo que se optó por buscar otras opciones más prácticas.

Desde 1847 se utilizaron productos similares a los tampones y en 1896 apareció la primera compresa desechable de J&J. Algunas mujeres preferían por usar vendas para tratar heridas como métodos para detener el sangrado por su capacidad de absorción y su costo tan accesible para la mayoría y es aquí cuando, en 1921, surgen las primeras toallas higiénicas (Kotex) que fueron las pioneras en todo lo que más adelante serían considerados como los artículos más importantes para la higiene íntima femenina durante la menstruación.

En 1933 Tampax introdujo al mercado los primeros tampones desechables, los cuales no estuvieron libres de controversia porque se consideraba que podían afectar la virginidad al ocasionar la ruptura del himen.

Contrario a lo que muchas personas pueden pensar, la copa menstrual no es un invento reciente, puesto que en 1937 ya se creó y se patentó la primera copa menstrual con características muy similares a las que se usan actualmente, la cual fue hecha a base de goma y creada por una mujer, Leona Chalmers.

Si no fue más conocida o comercializada en estos tiempos, es porque en la segunda guerra mundial empezó a escasear el caucho, material necesario para la realización de este producto.

La menstruación hoy en la actualidad

Si bien la menstruación ya no es tratada como una enfermedad ni un problema biológico o psicológico y ahora sabemos que es un proceso natural en todas las mujeres y personas con órganos tales como el útero o los ovarios cuando llegan a una edad madura en la que su cuerpo empieza a prepararse para la maternidad.

Aún hay muchos mitos y leyendas alrededor de la misma que impiden que las mujeres puedan vivir libremente su ciclo menstrual y no sentirse avergonzadas al momento de pedir una toalla higiénica o hablar con sus progenitores, profesores y tutores sobre los cambios que ocurren en sus cuerpos y lo que estos significan.

Todavía es considerado como algo un tanto sucio, repulsivo, que es preferible no comentar para no incomodar a otros y se sigue manteniendo la creencia en algunas culturas de que cuando una niña o adolescente empieza a menstruar ya puede ser considerada como una mujer.

Creencia bastante perjudicial, pues a partir de la misma se obligaba antes a las mujeres a contraer matrimonio a una edad muy temprana y ser madres cuando su cuerpo aún no estaba preparado para almacenar a otro ser vivo y que obliga a las jóvenes a sentirse presionadas por tener que madurar más rápido que los varones, ser sexualizadas por algunos individuos en su entorno cercano cuando aún son menores de edad y adquirir roles y responsabilidades que aún no están listas para asumir.

En décadas recientes han aumentado de forma excesiva las marcas y compañías que ofrecen diferentes productos para la higiene íntima femenina durante el periodo, aunque los productos más utilizados siguen siendo las toallas higiénicas y los tampones.

En los últimos años ha surgido el boom de la copa menstrual que se volvió a poner de moda en el siglo XXI y muchas mujeres consideran que es mejor que las toallas o los tampones para controlar el sangrado, sentirse más cómodas durante estos días, evitar manchar la ropa y gastar demasiado dinero en otros artículos que son usados para el mismo fin, ya que incluso contribuye al cuidado del medio ambiente al disminuir considerablemente la contaminación provocada por todo el plástico que mes a mes las mujeres desechan al usar las compresas o los tampones.

Si bien en los últimos años se ha generado un debate sobre la importancia de usar la copa menstrual y reemplazar el resto de productos por esta alternativa más cómoda y ecológica, creo que es importante entender que no todas las mujeres pueden acceder a la misma, ya que tiene un costo elevado, y si bien a largo plazo el gasto puede resultar más económico que comprar tampones o toallas higiénicas cada mes, de todas formas sigue teniendo un precio considerable que muchas mujeres no lo pueden pagar.

Además, existen una serie de consideraciones culturales que también se deben tener en cuenta en este aspecto, pues algunas féminas aún tienen temor de usar tampones por miedo a que afecte su virginidad o porque le resulta incómodo y lo mismo pasa con la copa menstrual. Existen personas que se adaptan más fácilmente al uso de la misma y otras a las que no les termina de convencer y prefieren abstenerse de usarla, y ya sea por costumbre o por comodidad, siguen recurriendo a las compresas.

Considero necesario respetar estas posturas y el punto de vista de cada persona al respecto, ya que parte de esta llamada liberación femenina y uno de los objetivos del feminismo, es respetar las decisiones individuales  cuando se trata de estos temas y no tratar de forzar una postura ni pensar que, porque a una chica le resulta mejor usar un determinado producto, la otra también tendrá la misma experiencia y está obligada a pensar de la misma manera. Incluso hay mujeres que prefieren solo usar la llamada ropa menstrual, que son calzones o interiores desechables para estos días y no recurrir a ningún otro tipo de protección o medida de higiene como toallas ni tampones y esto está bien, no hay que criticar como cada persona vive su menstruación y me parece fundamental cuestionarnos nuestros privilegios antes de criticar y mantener siempre el respeto y la tolerancia.

¿Deberían los productos de higiene femenina ser gratuitos?

Este es uno de los principales debates de los últimos años, puesto que muchos grupos feministas y colectivos consideran que estos productos deberían ser gratuitos y que el estado debería proporcionarlos a todas las mujeres sin costo alguno, ya que se trata de productos básicos de primera necesidad que todas las personas menstruantes requieren cada mes y se piensa que es injusto que se deba pagar por los mismos.

Hace varios días se divulgó la noticia de que Suecia sería el primer país en brindar acceso gratuito a toallas y tampones y se espera que otros países en Europa y el resto del mundo sigan su ejemplo y adopten estas medidas en los próximos años.

Considero para esto importante informarnos en materia de educación sexual, entender la menstruación como algo natural e inevitable y cuestionarnos nuestros privilegios y lo difícil que es para las personas menstruantes de bajos recursos poder comprar compresas o cualquier otro producto de higiene íntima femenina todos los meses cuando apenas les alcanza para vivir y mantener a sus familias.

Parte de la ayuda sería hacia las mujeres de las poblaciones más vulnerables y de escasos recursos deberían centrarse en ofrecer facilidades en todo lo que se refiere a salud y educación, especialmente cuando se trata de artículos necesarios para la higiene y el cuidado de la salud femenina, los cuales no deberían estar sujetos a las leyes del libre mercado ni tener un costo tan elevado, pues si hablamos de la necesidad de medicinas en los hospitales públicos y el fácil acceso a las mismas, con mayor razón cuando se trata de una condición que todas las mujeres y personas menstruantes atravesamos mes a mes por una cuestión biológica que no podemos regular ni controlar y que requiere toda la ayuda posible para que empiece a ser visto como algo normal y común e ir dejando de lado los prejuicios que la rodean y las dificultades que implican tener un útero y sangrar cada 28 días.

Fundación Pa Arriba realiza semanalmente una rueda de diálogo, es un espacio seguro con terapeutas comunitarios. Si quieres conocer más ven todos los jueves a las 17:30 y participa, puedes unirte a través del siguiente enlace: https://us02web.zoom.us/j/2782750942