Por: Ma. Fernanda Camacho

Nicolás (nombre protegido) es un niño de 8 años.
Tiene un cabello ondulado como las olas del mar, unos ojos color aceituna y una sonrisa que brilla a metros de distancia.
A él le encanta montar bicicleta, correr libre en el parque, saltar; ama la actividad física. También disfruta el escuchar música, y a veces llora de la nada, pero no puede expresar la razón de su llanto.
Ahora sostiene el contacto visual con la gente, sin embargo, mantener contacto físico no es del agrado de Nicolás.
Cifras
Acorde a la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada 160 niños tiene un trastorno del espectro autista (TEA).
Nicolás forma parte de esta estadística.
Él fue diagnosticado a sus 2 años de edad, y desde entonces ha tenido que lidiar en un mundo lleno de prejuicios y desinformación.
Según Neural, centro de rehabilitación neurológica en España, el Trastorno del Espectro Autista es una condición del neurodesarrollo que se caracteriza por la presencia de deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social.
Comportamiento
Nicolás es sumamente organizado y sigue una rutina casi que de manera religiosa.
Se levanta, balbucea una que otra palabra, escucha música.
Después sus padres se despiertan y le preguntan si quiere bañarse, a veces accede, otras veces no.
Luego se viste y desayuna, lo que más le gusta generalmente panqueques con miel.
Va a su escuela, vuelve en la tarde, se baña con agua muy caliente a su regreso y se prepara para almorzar.
Posteriormente tiene alguna terapia, éstas varían de acuerdo al día.
A veces le toca la de lenguaje y otras veces la de música.
Después suele tomar fotos de lo que le llama la atención a su alrededor.
Pasan las horas y anochece, así que Nicolás merienda, escoge la pijama que más le agrada y se va a dormir.
Aunque no habla mucho, busca maneras para comunicar lo que quiere.
El proceso de la comunicación es uno de los aspectos más complicados de sobrellevar, pues él no sabe cómo transmitir lo que siente o lo que piensa.
Le encanta jugar con otros niños, pero se le dificulta acercarse a ellos.
Cada día representa una lucha constante por encajar.
Un cambio de perspectiva
Así como Nicolás, hay más personas que pasan por algo similar.
El 2 de abril es el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo.
Este fue creado por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el propósito de contribuir a la mejora de la calidad de vida de las personas con esta sintomatología, para que así puedan formar parte integrante de la sociedad.
Pero no solo el 2 de abril se debe concienciar sobre esta condición.
Es necesario informarse y entender cómo funciona éste trastorno, para así evitar caer en falsas concepciones y en estereotipos que lo único que hacen es dañar y mal informar.
El autismo provoca cambios en la percepción de la realidad.
Así que si algún día te encuentras con alguien que grita o tiene un comportamiento ¨atípico¨ acorde a las normas establecidas por la misma sociedad, recuerda que las percepciones sensoriales de las personas con autismo presentan cierta alteración.
Por lo que, un ruido bajo e insignificante para ti puede representar un estallido de sonidos y sensaciones en otra persona.
¿Por qué esperar a que alguien con autismo se adapte? cuando es más fácil que nosotros nos adaptemos a ese alguien.
El mundo está lleno de estigmas.
Discriminar y juzgar es fácil, pero al hacerlo lo único que se demuestra es la poca calidad humana que existe.
Las personas con autismo ven al mundo de otra manera.
Dejemos de intentar que todos sean iguales, dejemos de rechazar, dejemos de señalar.
Es momento de empezar a aceptar, es momento de ser más humanos. La gente que tiene autismo no puede cambiar su condición, nosotros sí.
Si todas las personas fuéramos iguales la vida no tendría chispa, simplemente no tendría sentido.
Es hora de ser inclusivos y de entender que cada persona es un mundo diferente, y que justamente ahí está lo más maravilloso de la existencia.
Por lo tanto, es hora de crear el universo con los mundos de cada persona.