Yo viví la rueda

Perla de inspiración

Yo viví la rueda

Elaborado por: Verónica Terán

Estar y aceptar, dos verbos ambiguos que dependen de la perspectiva de cada persona otorgarle un significado mediante la aplicación en su vida cotidiana.  Sin embargo, dos verbos que conllevan un proceso de reflexión personal y que pueden llegar a ayudar a sobrellevar nuestras vidas debido a que nos ayudan a entender que las cosas no siempre van a salir como esperamos, pero que dentro de todo siempre podemos “estar” y aceptar las cosas que no podemos cambiar.

Considero oportuno, comenzar a explicar que significa “estar”, no necesariamente involucra un hacer o decir, se refiere a vivir el momento y ser un apoyo para las personas que nos rodean. Bajo la misma línea de pensamiento: ¿Qué es estar en una rueda?, empezaría diciendo que es un espacio seguro para poder conectarte con tus pensamientos y poder reflexionar sobre las vivencias personales y escuchar vivencias ajenas.

¿Qué es la rueda Conversando con Tu veci(ndad)?

Una rueda es un espacio de liberación para bailar y cantar, conectarte con tu cuerpo y tu entorno. Estar detrás de una pantalla y conectado por una vídeo llamada, pensaríamos que una experiencia fría y difícil de conectar. No obstante, puedes sentir la vibra bonita de las personas y te sientes bienvenido como si los conocieras de toda la vida.

En la rueda se explica ¿por qué es importante hablar? Y nos encontramos con varias respuestas: cuando hablamos se nos quita un peso de encima, conversar de los problemas alivia las penas, soltar eso nudos que pueden enfermarnos, y conversamos de los temas que nos quitan el sueño.

Todos esto con reglas claras y simples, siempre basados en el respeto y en la libertad de cada persona, como por ejemplo: no se juzga, no se aconseja, no se reprende, no se interpreta y la no obligatoriedad de hablar. Por lo tanto, fue un momento de reflexión que a la vez fue divertido, y espontáneo, en el que las acciones no son forzadas y realmente sientes la conexión debido a la apertura para hablar, antes y después.

La elección del tema

A continuación, se procede a proponer el tema para el día, siendo el escogido democráticamente por cada voto de los asistentes: “sentirse impotente por no poder resolver los problemas de otras personas”.

De esta manera, se va desarrollando el tema por la persona que tiene la palabra, explicando como este sentimiento se va acumulando y alguna vez puedes llegar a sentir que no hay manera, estar atrapado en un bucle de tratar y querer, pero no poder.

Sentimiento, seguido de la culpa de no estar donde quiero estar a nivel laboral, emocional y económico, sumado a la falta de empatía de quienes nos rodean que no logran entender la situación y consecuentemente los problemas personales y obstáculos que todas las personas enfrentamos en el día a día.

Después de realizar el desarrollo del tema proceden las preguntas, lo cual es un espacio muy enriquecedor debido a que cada persona puede realizar una reflexión personal y en silencio. En donde se realizan preguntas como: ¿Qué pasa si dices no puedo?, ¿Cuál es el mayor miedo?, ¿Expresar tus emociones al resto de personas? Y la más importante ¿Cómo celebrar la resiliencia?

La sabiduría de la experiencia

De esta manera, surgen reflexiones interesantes como “Nos caemos, pero nos seguimos levantando; me he caído mil veces y lo que he hecho es levantarme mil una veces” frases realmente inspiradoras que todos podemos aplicar en nuestro día a día. Finalmente, una pregunta a todos: ¿Impotencia por no poder ayudar a otras personas, como afrontarlo?

Las respuestas fueron: querer hacer algo más, apoyar y sobrellevar juntos, tratar de encontrar consuelo en saber que hice todo lo posible, ayudar a cargar la cruz, saber quién soy y que no me corresponde establecer límites y sobre todo aceptar que a veces no depende de nosotros y cada persona es responsable de sí mismo.

De esta forma, ¿qué podemos realizar? para no sentirnos impotentes frente a una situación externa, siendo una de las mejores alternativas brindar cercanía, escuchar, estimar a la persona y sobre todo estar.

Sumado, a aceptar que las otras personas escogen su camino, cada persona decide sobre su vida, no es nuestro papel decidir lo que esta persona hace y más aún responsabilizarnos por sus decisiones.

Y así surge la PERLA

Finalmente, las perlas de esta rueda fueron: sobrellevar las cosas que vienen, saber que se hizo todo lo posible, aceptar y sobre todo estar, “me balanceo, pero no me caigo, porque sé que tú estás aquí”.

Concluyendo, y en palabras textuales “Una pena compartida es media pena”, debido a que escuchar las dificultades de los demás hace que las de cada persona sea menos pesada, debido a que conectamos con algo más grande y aprendemos a respetar lo que no podemos entender.

Y así, todas las personas que acudieron a la rueda, dejaron algo y se llevaron alivio, tranquilidad y sobre todo paz para dormir al menos ese día.